La Selección de Francia tuvo que usar la camiseta del club de Mar del Plata por coincidencia de colores con Hungría en uno de los encuentros del Mundial disputado en Argentina.
Francia y Hungría se habían presentado al partido con sus camisetas suplentes. Ambas de color blanco. El error había sido del jefe de la delegación francesa, Henri Patrelle, que había pasado por alto la notificación de la FIFA que requería a Francia jugar de azul. Ni Francia ni Hungría habían llevado al partido sus equipaciones reserva, así que el problema era mayúsculo.
Aquel sábado 10 de junio de 1978, Carlos Alberto Cubero estaba sentado en una de las plateas del estadio José María Minella presto a ver el choque entre Francia y Hungría. No jugaban por nada. Los dos equipos ya habían sido barridos del Mundial en el grupo que compartían con Argentina e Italia. El partido no arrancaba. Y nadie sabía bien qué pasaba. Cubero divisó a un hombre conocido, que desde allá abajo le pegaba unos alocados gritos, acompasados con ademanes “¡Vení, Cubero, que te necesitamo’. Los francese’ revolvieron todos los bolso’ y se olvidaron las camiseta azule’!”. El panorama era irremediable. Los franceses querían jugar de blanco. Y los búlgaros, para variar, también. Así la cosa no iba. Y el árbitro, el brasileño Arnaldo Coelho, ya amenazaba con declarar ganador a Hungría por semejante desatino francés. A cuatro décadas del hecho y del otro lado del Atlántico, el futbolista francés Jean Petit le confirma a Enganche la veracidad del episodio. “Tanto Hungría como nosotros teníamos las camisetas blancas. Yo jugué de 8 en aquel partido”, escribe el ex futbolista de Mónaco vía correo electrónico. Le causa sorpresa el motivo de la consulta, pero responde con gentileza. Eso sí, prefiere no hablar de las circunstancias políticas de nuestro país en aquel tiempo.
El problema se originó por un mal entendido de la delegación de Francia. La FIFA había comunicado en febrero que los franceses debían vestir camisetas blancas. Pero luego, a principios de mayo, desde Zúrich cambió la requisitoria y les pidió a los galos usar su indumentaria tradicional. Así lo cuenta el periodista Vincent Duluc en su libro “Pequeñas y grandes historias de la Copa del Mundo”. Sin embargo, al jefe de la delegación, Henri Patrelle, se le mezclaron los papeles. Y no leyó el último comunicado. Francia llegó entonces a Mar del Plata sin ropa alternativa. El bolso con las casacas azuladas había quedado durmiendo en el Hindú Club, a 400 kilómetros de distancia. Ya no había margen de maniobra. Y el partido tenía que arrancar. Los húngaros ofrecieron sus remeras rojas a los franceses. Y la idea pareció encender rápido en los dos planteles. Pero el arquero de Hungría, Gujdar, ya estaba listo para salir a la cancha con un buzo rojo chillón, y no quiso cambiarse de uniforme. Así que los franceses debieron arreglárselas como pudieron”.
Dos dirigentes del fútbol marplatense, alertados por la situación, tomaron el toro por las astas. Mario del Rosso, miembro de la liga local, activó una gestión junto a Luis Nicolai, dirigente de Kimberley. “Che, tengo una idea… ¿Por qué no vas a buscar las camisetas al club?, Total, no queda lejos”, le dijo Del Rosso a Nicolai. Fue así que, a los cinco minutos, Nicolai ya estaba localizando a Cubero para salir en búsqueda de las camisetas: “Dale, Pocho, agarrá el tacho que tenemos que salir volando para el club”, dijo Nicolai. Cubero tenía un taxi, un Falcon del año 70, que lo hacía arrancar con una pinza y un rollo de alambre. El coche refunfuñó un poco, hasta que el motor se puso en marcha. De inmediato cargaron al utilero del club, Agustín Vallejo y agarraron la Avenida Independencia; hicieron veintipico de cuadras hasta que llegaron a Kimberley. “Tuvimos que romper un candado porque ni las llaves teníamos. Buscamos un juego de camisetas sin estrenar que estaba en el lavadero. Y volvimos rápido para la cancha”, recuerda Cubero. “Yo estaba en la confitería del club tomando un café, cuando entraron Cubero y el utilero Vallejo a pedir las camisetas”, rememora Héctor Nocelli, actual presidente del club y por entonces socio e integrante de la subcomisión de fiestas.